Una bendición fue el último gesto de Jesús en la tierra, según e
Evangelio de San Lucas. Once han partido desde Galilea al monte que Jesús le
había indicado, el monte de los Olivos, cercano a Jerusalén. Los discípulos, al
ver de nuevo al Resucitado, le adoraron, se postraron ante Él como antes su
Maestro su Dios.
Ahora son mucho más profundamente conscientes de lo que ya, mucho
tiempo antes, tenían en el corazón y habían confesado: que su Maestro era el
Mesías. Están asombrados y llenos de alegría al ver que su Señor y su Dios ha estado
siempre tan cercano. Después de aquellos cuarenta días en su compañía podrán
ser testigos de lo que han visto y oído; el Espíritu Santo los conformará en
las enseñanzas de Jesús y les enseñará la verdad completa.
Les dice Jesús: “Recibiréis el Espíritu Santo que descenderá sobre
vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en todo Judea y Samaria y hasta los confines de la tierra”.
Y después de decir esto, mientras ellos miraban, se elevó y una nube
lo ocultó a sus ojos.
Así nos describe San Lucas la Ascensión del Señor en la Primera
lectura de la Misa.
Y después de decir esto, mientras ellos miraban se elevó y una nube lo
ocultó.
Era la nube que acompañaba la manifestación de Dios. “Era un signo de
que Jesús había entrado ya en los Cielos”.
PORLA
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